Quien juega a videojuegos lo hace con, al menos, una persona, habitualmente alguien con quien comparte o forja cierta relación de amistad. Algo que impulsa a seguir jugando es poder vivir experiencias con gente a la que se conoce (o no) contra la que podemos “echar unas partidas” o con la que hacer nuestro dúo o premade para vivir aventuras en modo cooperativo. Estas experiencias se pueden desarrollar en juegos multijugador competitivos o juegos de aventura donde se deben superar pruebas con la ayuda de otros jugadores o jugadoras en juegos de plataformas o para derrotar a la IA (inteligencia artificial) que se presenta como jefe final.
Otra de las razones por las que los videojuegos son un entorno en el que crear relaciones y socializar es porque muchos de ellos son programados con características que recompensan la colaboración y la buena actitud entre jugadores.
Los juegos cuentan con características “sociales” programadas donde podemos agregar a las personas con las que hemos disfrutado jugando o conectar con quienes conocemos en persona para poder disfrutar juntos de una partida. Los juegos cooperativos recompensan el buen trabajo en equipo y la comunicación para superar retos debido a su diseño, donde jugar en solitario no vale para lograr el objetivo o vencer.
Los juegos multijugador masivos cuentan con toda una plataforma para realizar interacciones sociales, comercio, hermandades o clanes, y chats donde podemos expresarnos por escrito y mediante “emociones”. Gracias a estos recursos es posible mejorar la experiencia en los juegos y realizar actividades sociales.
Al margen de los juegos no violentos, también contamos con estas características prosociales en juegos más competitivos como los Shooters, en los cuales, mediante un buen empleo de los métodos de comunicación, se aprende sobre liderazgo, estrategia y empatía ayudando todo ello a obtener una mayor satisfacción del tiempo de juego.